viernes, 12 de febrero de 2016

Delirio

La lluvia que estuvo entre nosotros me dio aviso del riesgo. Un dulce delirio, y un delirio que me golpea sin dejarme evitarlo. El delirio y yo caminamos juntos, como esos deseos que solo crecen. Nos queremos y nos odiamos de un segundo al otro. Nos miramos a los ojos, de frente, como si caminar descalzos por la cornisa fuese el desafío más placentero. Por eso somos una buena dupla. Y el problema pues se asemeja al de un niño jugando debajo de la lluvia, porque se siente fuerte, libre de ser, pleno, con una felicidad que le llena el alma, y porque a la vez es inconsciente de la dimensión del peligro que corre la estabilidad de su vida organizada.
Las estructuras no son para mí, pero en ese encierro caí. No nos correspondemos. No nos quisimos nunca con las estructuras, no pudimos tener piel con eso impuesto por la sociedad, y pese a que lo intente, hoy me encontré a mí misma por unos minutos, y esa sonrisa que se despegó de la tierra, eran mis alas, soñándose verdadera y real. Incluso hasta ahí, me llevaste, maldito delirio.
Quiero abrazar al delirio. Abrazarlo y no dejarlo ir. Entró a mi cabeza sin pedirme permiso. Como ejército romano: firme, completo, y formal. Cada disparo llegó a un destino diferente, pero ya no sé desde cuándo ni cómo, porque mis sentidos mezclaron todo lo que mi cuerpo capturó, y perdió los archivos para no volverlos a encontrar.
Yo conozco a la lluvia que nos persigue. Quiere que el delirio y yo nos besemos, olvidando que no podemos hacerlo. Quiere que yo me anime a aceptar la derrota. Si el delirio así confundió mis sentidos, yo ya quedo sin cartas para jugar, y tengo que fugarme como cobarde al mazo. Y deberé retirarme aunque es lo que no quiero, pero me da miedo todo paso en falso. Entre disparos de fuego, y miradas cómplices, codificando mensajes de polos positivos y negativos, voy conociendo al delirio. La lluvia lo envió a través del mar y lo puso arriba de mis ojos, en un fugaz avión de publicidad, porque sí, porque siempre va a ser secreto. Siempre va a ser una sonrisa guardada y escondida.
Creo, igual, que nos estamos haciendo amigos de porcelana.

miércoles, 20 de enero de 2016

Abrazos en tu puerta


Ese amanecer que fue testigo,
entre los cerros coscos,
una calle sola y vacía,
el comienzo del día sin sol.
Fui corriendo a tu puerta,
esa que nunca podré pasar.
Fuerza al hombro.
Corazón en mano.
Tres cuadras por ahí.
Creí que me perdí
pero me halló tu voz de cristal,
mi dulce laberinto,
y me nombraste con el último tono,
para que regrese a vos.
Crucé las nubes, rutas y montañas.
Correría una maratón entera
por poder ser ese beso de vainilla
que no pueda dejar de saborear tu piel.
Usaría el mismo paso apurado,
avanzando entre la nada
con la emergencia de una ambulancia,
rápido y urgente, para abrazarte.
Fui corriendo a tu puerta,
esa que nunca podré pasar.
Fuerza al hombro.
Corazón en mano.
Esa princesa la que no tiene reino,
En silencio, a veces llora tu pena
y le duelen tus nervios.
No puede evitarlo.
No sabe ser de hielo,
no aprendió a ignorar.
Abrazo en tu puerta.
No podré olvidar.
Cuánto lo necesité
y cuánto lo ansié dar.
Lo sentí para siempre.
Y partí.
Hasta siempre o hasta nunca más.