domingo, 16 de diciembre de 2012

Como una luna de acuarela

Ese cielo que sólo vos podes contemplar, fuerte pero oscuro, vacío pero iluminado, se parece a mi piel. 
Las nubes hacen un circuito: pasan, rotan, pero siempre siguen... A veces sólo quisiera que me mires un poco más que lo que se miran la luna y el sol, o de lo que se rozan las nubes. 
Pero sos más cruel. Me podes traspasar en un abrazo, y haces que la atracción sea casi tan igual como la de esos dos cuerpos, el sol y la luna, que ante un mismo mundo, se seducen todo el tiempo. 
Hoy tengo sed de ese aire, esa entereza. ¿Por qué yo tan luna y vos tan sol? Porque las estrellas son hermosas. Brillan, por la naturaleza de su propia luz. Yo tan luna. Con vos podría eclipsarme, y mi cuerpo desaparecer. 
No tengo que contemplar la noche, si un sólo rayo tuyo puede robarme una sonrisa. Tan sólo hubiera deseado algunos días más para seguir siendo nueva. 
En soledad, tengo hambre de silencios, de esos que dicen más que las palabras escritas, y hasta subrayadas. Crecer, decrecer y desaparecer, sometida a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte. Pero esa muerte jamás va a poder ser definitva, porque yo te advertí el riesgo del roce. Este perpetuo retorno a las formas iniciales, es lo que me asusta y aleja de esta realidad inconclusa. 
Una suerte de periodicidad sin fin sobre la que ya pierdo el control. El agua, la lluvia, la vegetación y la fertilidad, quedan atados a mí, y yo me siento quieta, reflejada frente al mar, desde donde ya no se si puedo ser real. No me vas a poder encontrar enseguida, pero necesito que no dejes de buscarme. Ten la certeza de que, desde donde me guarde, te voy a estar esperando, como una luna de acuarela.

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