Toda historia de amor tiene un principio difícil y concluye con su merecido final feliz. Por esta razón, que es puramente lógica, las historias de amor son, sin lugar a dudas, las más hermosas para poder describir, sin importar cuan parecidas sean unas de otras y hasta sin importar si se repite el mismísimo final feliz una y otra vez.
Solamente en un abrir y cerrar de ojos, podemos recordar cientos de ejemplos… Cuando los amados se encuentran en vida o en algún paraíso, cuando los jóvenes se unen, cuando él le dice a ella que la ama y ella lo ama, cuando ella abre sus ojos y reconoce el amor de él, cuando son uno, cuando lo dejan todo, sólo para amarse… el final es feliz.
Un final feliz, aunque suena contradictorio, no cierra una historia de amor, sino que la inicia. El amor lo practican juntos, no separados. Si alguien narraría el suceso de los días junto a la persona que ama, la inmensidad de sensaciones constantes, el sentimiento intacto que se refuerza en cada sonrisa; posiblemente nadie lo leería puesto que no sería ni siquiera atractivo por no tener final y porque directamente el principio ya podría ser considerado feliz, hasta por el mismo narrador. Generalmente, lo que verdaderamente entendemos por “historia de amor”, es el camino que recorrieron ella y él, para alcanzar su felicidad, para amarse.
Claro que es una la historia que los conduce al amor, a sellar el sentimiento, a su encuentro, el encuentro con el ser de su vida, aquella persona compatible, también conocida como ‘mitad’. La mente, el alma, la piel y el corazón se fusionan para detectar a ese ser único para cada uno, esa personita que nos conquista en la mera práctica de ser lo que es, de ser como es. Ese prójimo junto al cual uno jamás va a tener temor alguno, junto al cual somos fuertes y nos atrevemos a creer en la existencia de la prosperidad.
En las prehistorias de amor, podemos entender cómo se detectan uno con el otro, los impedimentos que surgen a lo largo del camino hacia su encuentro, y por último, el gran momento donde nos explican que ‘vivirán felices para siempre’, que nada de lo que hicieron fue en vano, que todo sumó, y que el resultado logrado es el mejor.
No interesa ninguna diferencia de edad, tampoco el tiempo o el lugar en el que vivan ni los rasgos físicos de cada uno, si eso al cabo de unos años cambia y el amor verdadero es eterno. Interesa lo que son y lo que quieren ser, interesa que ella quiera a él y él quiera a ella. Interesa que sea amor. Porque ambos, sienten.
Seguramente, también conocerán las ‘historias de amor imposible’. Ésas, simplemente no han terminado de escribirse y aún poseen hojas en blanco. Por lo cuál, no han empezado, si recordamos que con el final feliz, empieza la auténtica historia de amor, manteniendo su lógico orden de sucesos previos. En cuanto a estas historias de amor que todavía no se han terminado de escribir, la única variable es ésa y nada más que esa, sencillamente, se expresa con la palabra ‘imposible’ a pesar de que ella y él sigan deambulando por el largo camino.
Por lo pronto, desde el prototipo que al menos yo conozco como historia de amor, es esto todo lo que puedo adelantar al respecto. Creo que hace mucho perdí el sentimentalismo, por lo tanto no tendría información depositada ni en mi mente ni en mi corazón, como para conseguir hablar del amor y sus características en mi propio paso por este mundo. En su máximo esplendor, desde mi parecer, el amor sigue siendo una filosofía de vida. Existe, claro que sí. No se responder la mayor parte de las preguntas que competen a su definición, así mismo eso no quita que yo pueda recopilar experiencias ajenas sobre el amor y expresarlas.
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