domingo, 1 de noviembre de 2020

Hombre de cristal


Cuánto cabía en vos, 
hombre de cristal.
Cuando amaste, 
te abrazaste a ella 
con todo tu ser
y tu vida,
que fue ella,
se fue con ella también.

Cuánto no supe de vos,
hombre de cristal.
Guardaste todo tu dolor,
como eso único 
que no querías compartir.
En verdad, el dolor 
fue lo que nunca quisiste darnos.

Qué alta dejaste la vara,
hombre de cristal.
Te brindaste al mendigo
y te enfrentaste al poderoso.
Demostraste que la honra
era ser limpio en el deber,
comiendo lo justo,
sin avaricias ni apariencias.
Y la humildad 
fue tu luz,
un faro gigante.

Cuánta siembra hiciste,
hombre de cristal.
Todavía se pueden ver tus lágrimas,
esas en silencio,
con tu mano tapando la boca,
queriendo esconderse,
porque eran emoción,
eran de la felicidad.

Tu felicidad, hombre de cristal,
fue tu trascendencia.
Era la sonrisa de un nieto
al mirar el tigre del zoológico.
Era que una nieta cumpla 15 años
y le entregues una flor.
Era ese brindis con ella,
por cada año que habían caminado,
juntos.

Cuánto amor, 
hombre de cristal.
Si una sola cosa le podría pedir al mundo,
sería ese amor tan puro y transparente 
que solo vos diste.
Porque tan sólo si tomabas su mano,
todo lo que necesitabas estaba allí,
todo estaba bien.


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